historia de los tacones

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La punta le da vida al talón, los pies se van moviendo poco a poco y como si fuera unas bailarinas perfectamente acopladas, van siguiendo la misma huella que imponen sus pasos. Al caminar las mujeres, un solo sonido se escucha: el de los tacones. Desde que se inventaron, hasta nuestros días, han sido los mejores aliados de cualquier dama que se precie.

“No sé quién inventó los zapatos de tacón, pero nosotras las mujeres le debemos mucho”.
Marilyn Monroe

Tac, tac, tac, el eco de los tacones se escucha por todas las calles y avenidas. Resuena hasta seducir al más ingenuo o menos precavido, pues además del sonido, el llevar puestos unos tacones es considerado símbolo de femineidad, realce de la belleza y expresión de sensualidad que toda mujer anhela y consigue con este tipo de zapatos puestos.

Desde su invención hasta la actualidad las mujeres definen a los tacones como un arma garantizada para conquistar miradas. Sin embargo, hay quienes reaccionan en contra de estos zapatos, que en principio sólo buscaba elevar de estatura (en todos los sentidos) a las personas que los utilizaban.

Hoy se eleva algo más que centímetros corporal. No importa el color, tamaño o material, los tacones siempre le lucen a aquellas personas que los llevan, bien sea para estar a la moda o simplemente para exhibirlos. Seguridad, señorío y armonía son algunas de las ventajas de este milenario invento.

Érase una vez los tacones por Paula Herranz

La historia de los tacones se inicia en castillos de reinas y príncipes, quienes azules o no, optaron por esta maravilla que le ofrecía la moda como novedad.
Las páginas amarillas de los libros cuentan que a la primera persona a la cual le vieron unos tacones fue a Catalina de Médicis, quien en pleno siglo XXI portaba este tipo de zapatos.

Catalina era hija de una distinguida familia florentina. Menuda y bajita, necesitaba buscar una manera de que en el momento de su matrimonio, no se notara este defecto. En 1533 viaja a Paris y se casa con Enrique de Valois, mejor conocido en la aristocracia como Enrique II, quien fuera rey de Francia.

Sin embargo, aunque se le atribuye a Catalina ser la primera en utilizar los tacones, las reseñas indican que fue a los hombres a quienes se les vio llevar este calzado.
Las mujeres no se colocaban tacones altos, debido a que estaba de moda las largas faldas que cubrían sus tobillos, por lo que llevaban botas. Para los hombres de Francia del siglo XVI era una necesidad ponerse tacones, debido a que ayudaban en la equitación: se hacían más fácil y cómodo practicarla porque les aseguraban los pies en los estribos.

Uno de los fanáticos de este tipo de zapatos fue Luis XVI, a quien llamaban el Rey Sol. El monarca francés lucia unos tacones rojos sangre o escarlata, pues según él, ese era el tono con el que se identificaba la nobleza. Durante sus 72 años de gobierno consiguió a un aliado en el diseño de este tipo de zapatos: Nicholas Lasrage, un artesano francés que supo hacer del calzado una verdadera obra de arte, añadiéndole a los modelos que fabricaba pedrería, cintas, brocados y todo un sinfín de elementos que regocijaban a Luis XVI, al punto de prohibir utilizar este calzado y amenazar con pena de muerte a quienes los llevara puestos.

Algunas damas de la aristocracia se atrevían a usarlos, pero para poder caminar bien, subir y bajar escaleras –que era toda una proeza, pues median más de 15 centímetros-, necesitaban de bastones o criados que las sostuvieran.

Además de la amenaza de Luis XVI, en el parlamento Inglés (Siglo XVII) pasaron un comunicado advirtiendo: “Toda mujer que, a través del uso de zapatos de tacón alto u otra estratagema, conduzca a un súbdito de Su Majestad al matrimonio, será castigada con la pena de brujería”.

Por su parte, en Venecia, las autoridades también hacían prohibiciones, pues según las leyes era inmoral portar tacones. Añadían que muchas mujeres se habían caído utilizando estos zapatos y perdieron la vida de hijos que llevaban en su vientre.
Así que, de decreto en decreto, hubo una baja en el uso de los tacones y pronto se comenzarían a utilizar las zapatillas a ras de suelo.

Tacones Puntiagudos

Después de que en el siglo XVIII se creara toda una revolución en el uso de tacones que superaban los 15 centímetros, para el siglo XIX el zapato alto estaba pasando por una evolución, tanto para complacer los gustos y preferencias de las damas de la época, así como para trabajar en la comodidad de este calzado.

Los zapatos de salón, que habían nacido en el siglo XII con la Reina Eleanor de Aquitania –quien utilizaba elegantes vestidos-, surgen como parte de esa combinación sobria. El nombre court shoes (zapato de salón) se origina porque lo utilizaban las damas de la corte.

Este calzado retornó en el siglo XIX y era usado para ir a fiestas y bailes. Sin embargo, quien le da auge a estos zapatos es el diseñador italiano Salvatore Ferragamo. Este hombre elaboró finos tacones de salón y los incorporo al mundo de Hollywood en 1923, a través de la película épica Los diez mandamientos. A Ferragamo le siguen otros importantes diseñadores como André Perugia y Coco Chanel, quien contrató a los mejores para unirse a esta moda y ofrecerle li último a su clientela. A finales de la década dorada de los años treinta y comienzo de los cuarenta el estilo varió un poco, haciéndolos más anchos en las puntas y menos altos los tacones.

Sin embargo, el boom en el mundo del calzado para damas estaba por comenzar. La década de los cincuenta marcó un antes y un después con la aparición de los tacones aguja. ¿Pero quién los invento? La pregunta queda en el aire, pues muchos se atribuyen este éxito que cautivo a hombres y mujeres por igual. En Francia, para 1951, Charles Jourdan preparó el terreno con un tacón de acero y madera. Pero en realidad, la gloria de haber incorporado este nuevo estilo en la moda mundial del calzado es para el diseñador de Christian Dior, Roger Vivier, quién introdujo estos controvertidos tacones en 1955.

Los tacones de aguja eran semejantes a los rascacielos. Actrices y mujeres de todo el planeta dejaron atrás las sandalias, zapatos cuña, botas y cualquier otro calzado por llevar puestos estos, que eran considerados como iconos del sexappeal.

Arruinaron pisos de parqué, pues los tacones recibían todo el peso de la mujer y lograban taladrar los suelos. También terminaban con tobillo, columnas y hasta con matrimonios, pero no por estas razones las damas dejaron de utilizar este calzado, llegando a manifestar su preferencia.

“¿De qué servirían las extremidades, sino para calzar bellísimos tacones?

 

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